Basta con atisbar su silueta en vuelo para reconocerlo al instante. El milano real, al igual que el milano negro, tiene una cola tan característica que es imposible confundirlo con otra rapaz cuando vuela. Durante el invierno podemos ver cientos de milanos reales por la Península, pero el número de parejas que crían aquí está en descenso. ¿Quieres saber el por qué de esta incongruencia?
Seguro que habéis visto a esta pequeña rapaz en alguna de vuestras excursiones al campo. El milano real es un ave muy característica de las zonas forestales de monte bajo. Bosques intercalados con grandes praderas agrícolas, sobre todo de cereal y árboles frutales. Es fácil reconocerlo en vuelo por su cola ahorquillada, pero ¿quieres saber un poco más sobre su morfología?
¿Cómo reconocer un milano real?
El milano real es un ave muy característica y fácil de identificar por su aspecto. Los ejemplares adultos suelen tener plumaje grisáceo muy característico en la cabeza, mientras que en su cuerpo predominan los tonos dorados de las plumas dorsales. Pero son dos las características que nos permiten identificar sin ninguna duda a un milano real: su cola ahorquillada y las franjas blancas bajo sus alas.
Tiene un tamaño mediano dentro del mundo de las rapaces. Con las alas abiertas su longitud no sobrepasa los 70 cm. Su altura no suele sobrepasar los 170 cm. Pero es este tamaño medio el que le aporta una gran agilidad en vuelo.
¿Dónde encontramos al milano real?
Como ya hemos dicho, es fácil encontrar al milano real en zonas forestales de monte bajo cercanas a zonas de cultivo. Durante los meses de invierno la población de milanos reales crece exponencialmente, ya que muchos llegan desde diferentes países del norte de Europa. Lo encontramos por toda la Península Ibérica, con excepción de las zonas de costa, tanto en levante como en el norte.
Sin embargo, que la cifra total de milanos reales sea tan alta invierno no refleja la realidad de la distribución de esta especie en la Península. El número de parejas reproductoras en la Península está disminuyendo año tras año. Las causas son variadas.
La pérdida cada vez más acusada de las grandes zonas de cultivo y de bosque bajo, su hábitat natural, es el principal factor. Otra causa se achaca al aumento de las temperaturas invernales, que hace que muchos milanos emigren hacia el norte de Europa mucho antes de su periodo de reproducción.
¿De qué se alimenta?
El milano real está más especializado que su «primo» (el milano negro) a la hora de alimentarse. Aunque suelen cazar pequeñas presas de manera activa, prefieren alimentarse de animales enfermos, para los que no necesitan realizar un gran esfuerzo ni gasto energético.
Una de sus fuentes principales de alimentos suelen ser los muladares y vertederos cercanos a las zonas en las que habitan. En definitiva: dependen mucho más del hombre, de sus vertidos y restos de ganado enfermos o muertos que sus parientes negros. De hecho, la primera vez que fotografiamos a esta pequeña rapaz fue desde un hide en Monfragüe, ¿lo recuerdas?
¿Cuales son sus principales amenazas?
Pues como ya hemos mencionado, el aumento de la temperatura en invierno junto con la pérdida de su hábitat natural han hecho disminuir el número de parejas estables (y reproductoras) en la Península. Es decir, que el número de parejas que vive aquí durante todo el año cada vez es menor. Que durante años se considerara a los milanos y otras rapaces de tamaño medio como competencia de los amantes de la caza tampoco ha ayudado. Los venenos y la caza indiscriminada mermaron la especie a finales del siglo XX.
Todo ello ha contribuido a que la especie entre dentro del catálogo de especies en peligro de extinción, a pesar de que como decíamos al principio de este artículo, durante los meses de invierno sea fácil ver centenares de estas aves distribuidas por toda la Península.
Y es por ello que tenemos que luchar por preservar su hábitat y protegerla de la caza ilegal y los venenos. A pesar de lo que pueda parecer, las rapaces como los milanos reales cumplen una función muy importante en nuestros bosques y zonas de cultivo. Limpian dichas zonas de animales muertos y enfermos. En definitiva, ayudan a mantener las zonas de monte bajo y los cultivos adyacentes limpios y con menor proporción de animales enfermos.
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